DIOSES AZTECAS
La religión azteca, al igual que en otras
civilizaciones, resultó ser una síntesis de culturas y tradiciones milenarias
de los distintos pueblos que conformaron esta civilización. Su cosmogonía fue
compleja, al intentar responder profundos dilemas sobre la existencia, la
creación del cosmos y del hombre, desde la perspectiva divina, asociada a
fenómenos naturales tales como las lluvias y los astros. Los dioses mantenían una
comunicación constante con los hombres y, al igual que estos, poseían
componentes claroscuros; todo lo habido sobre la tierra estaba atravesado por
esta dualidad, establecida en un equilibrio dinámico entre el micro y el
macrocosmos; paridad que debía ser mantenida a fuerza de cultos y ofrendas.
QUETZALCÓALT: significa
serpiente emplumada, es uno de los dos dioses principales del panteón azteca,
si no el principal. Los primeros registros de adoración a este dios datan del
primer siglo antes de Cristo y se extendió a lo largo de América Central hasta
el 900 DC. Fue vinculado con los dioses del viento, de Venus, de la aurora, de
comerciantes y artesanos, así como con las ciencias del aprendizaje y el
conocimiento; por ello era también el dios patrono de los sacerdotes. Aparece
generalmente representado por una serpiente con plumas, lo que plasma un
concepto ampliamente arraigado en toda la región: la dualidad de un dios
supremo con cualidades terrenas, invocadas en su cuerpo reptil, y cualidades
espirituales, aludidas a través de las plumas. En la mitología azteca, se
trataba de una deidad transgresora entre el cielo y la tierra, creadora de la
humanidad, y cuyo nombre designaba también al máximo título sacerdotal
TEZCATLIPOCA: fue
el dios azteca de la noche y todas las cosas materiales. Llevaba consigo un
espejo de cualidades mágicas, que emanaba humo y era capaz de matar al enemigo,
aspecto por el que también era llamado dios del espejo humeante. Fue deidad de
la región norte y, como señor del mundo y de las fuerzas naturales, era el
oponente de Quetzalcóatl, relacionado con lo espiritual; juntos complementaban
la dualidad antagónica con que la cosmogonía azteca explicó el mundo. Una
leyenda cuenta cómo el mundo fue creado por Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, cuando
sólo existían el océano y un monstruo de la tierra que habitaba sus aguas.
Entonces, Tezcatlipoca ofrendó su pie, utilizándolo como carnada para atraer al
monstruo hasta la superficie, en donde, tan pronto asomó, fue capturado por
ambos dioses, que lograron estirar su cuerpo a lo largo del globo, creando así
la superficie terrestre, la tierra firme. La herida de batalla aparece representada
toda vez que se evoca a Tezcatlipoca, quien aparece con una de sus piernas sin
pie.
HUITZILOPOCHTLI: era un dios de la
guerra, un dios del sol y el patrón de la ciudad de Tenochtitlán. Al momento de
la conquista de América central, era la deidad principal en el altiplano,
probablemente por imposición de los poderosos Mexicas. Siendo un dios con un
poder tremendo, causaba un miedo absoluto entre los hombres, que realizaban
ofrendas a través de sacrificios humanos para calmarlo. La leyenda de
Huitzilopochtli cuenta que su hermana, Coyolxauhqui, planeaba matar a su madre,
tras enterarse de que ésta había quedado vergonzosamente embarazada por una
bola de plumas caída del cielo. Todavía dentro del vientre materno,
Huitzilopochtli tomó conocimiento del plan asesino y, antes de que este se
perpetrara, emergió de las entrañas maternas, ya completamente desarrollado y
acorazado. Tomó a la serpiente Xiuhcoatl y la convirtió en un hacha. Con ella
mató a la mayoría de sus 400 hermanos (las estrellas del firmamento) y decapitó
a su hermana, cuya cabeza arrojó hacia el cielo, donde se convirtió en la luna
CHALCHIUTLICUE: la
que viste una falda de jade, era la diosa azteca del amor, la belleza juvenil,
los lagos, mares y ríos, así como las aguas horizontales, las tormentas y el
bautismo. En el mito azteca de la creación de los Cinco soles (alegoría a la
creación de cinco veces el mundo), Chalchiuhtlicue fue la principal deidad del
cuarto sol, un mundo que fue destruido por una inundación monumental que
transformó a sus habitantes humanos en peces
XIUHTECUHTLI: señor
de la turquesa (color con el que los mexicas significaron el día), o señor del
fuego, era la deidad del fuego, del día y el calor. También era señor de los
volcanes y la personificación de la vida después de la muerte, el calor en el
frío, la luz en la oscuridad y el alimento en la hambruna. Era el dios patrono
de los emperadores, considerados la encarnación en vida de Xiuhtecuhtli, y
también uno de los dioses guía de la clase mercantilista azteca. En diversas
estatuillas aparece representado como un hombre viejo, sentado, de brazos
cruzados, adornado con mosaicos de turquesa y una mariposa en el pecho, también
de turquesa.
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